P. Aurelio Cayón, Vicario de la Vida Consagrada de Madrid: “La vida consagrada tiene una misión profética en la Iglesia y en la sociedad”

Hablamos con el P. Aurelio Cayón Díaz, Vicario de la Vida Consagrada de la Archidiócesis de Madrid, de la celebración de la XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada, en el día de la fiesta de la Presentación de Jesús.

Para hablar y entender mejor este tema, así como su impacto en la Iglesia y en la sociedad, entrevistamos al P. Aurelio Cayón Díaz, Vicario de la Vida Consagrada de la Archidiócesis de Madrid. Además, dentro de Hermandades del Trabajo también contamos con personas consagradas que viven su vocación en ellas. En esta entrevista, conoceremos qué significa esta llamada, los desafíos que enfrenta, y cómo quienes la eligen logran transformar el mundo desde su entrega total a Dios.

En palabras de San Juan Pablo II, “El gran don de la vida consagrada (que) enriquece y alegra a la comunidad cristiana con la multiplicidad de sus carismas y con los edificantes frutos de tantas vidas consagradas totalmente a la causa del Reino”.

Pregunta: Las personas consagradas viven un camino de entrega a Dios. ¿Cuáles son las características esenciales que deben tener quienes optan por él?

Respuesta: La vocación a la vida consagrada hunde sus raíces en la consagración bautismal de la que participamos todos los cristianos, pues todos hemos sido llamados por el Señor para seguirle y para ser sus testigos. Dentro de esa común vocación, los miembros de la vida consagrada vivimos nuestra consagración como un deseo de identificación con el Señor y con su forma de vida, mediante la profesión del voto de pobreza, castidad y obediencia.

Como expresó San Juan Pablo II: “La persona consagrada no solo hace de Cristo el centro de su propia vida, sino que se preocupa de reproducir en sí mismo, en cuanto es posible, aquella forma de vida que escogió el Hijo de Dios al venir al mundo” (Vita Consecrata, 16).

P. Aurelio, muchas personas piensan que esta llamada es exclusivamente de religiosas, religiosos o sacerdotes. Sin embargo, también contamos con los laicos consagrados.

R: Sí, claro. Dentro de la vida consagrada podemos encontrar una gran variedad de formas de vida y de vivencia de esta especial consagración. A lo largo de la historia de la Iglesia han ido naciendo diferentes formas de vida consagrada: las vírgenes, los eremitas, las viudas, las monjas y monjes, las religiosas y religiosos de vida apostólica, los miembros de institutos seculares y sociedades de vida apostólica, y otras formas de vida consagrada.

Los laicos consagrados son hombres y mujeres que viven su especial consagración con Dios mediante la profesión de los votos, sin acceder al ministerio ordenado. Los laicos consagrados viven la vida desde su vocación de servicio al Señor y a la Iglesia. Aquellos que no pertenecen a un instituto de vida consagrada pueden vivir solos o con su familia. 

R: Desde su experiencia, ¿qué aportaciones específicas realiza la vida consagrada a la Iglesia y a la sociedad en general? ¿Por qué es importante mantener esta opción de vida?

Su importancia principal está en ser respuesta a una vocación, a una llamada del Señor. No se trata de una iniciativa personal ni de un proyecto humano, sino de una respuesta a la voluntad de Dios, que es quien llama a hombres y mujeres a la vida consagrada.

La vida consagrada tiene una misión profética en la Iglesia y en la sociedad, testimoniando que nuestra vida pertenece al Señor, que nos la ha dado para ponerla al servicio de los demás, de los pobres y necesitados, y de aquellos que no conocen la Buena Noticia.

P: Hoy en día, se habla mucho de crisis vocacional. ¿Qué desafíos enfrenta la vida consagrada en la actualidad y cómo está respondiendo la Iglesia a ellos, especialmente aquí, en Madrid?

R: En nuestro tiempo, especialmente en los países de nuestro entorno, se vive una crisis vocacional que va en paralelo con la secularización. Hay menos cristianos y menor respuesta vocacional que en otros tiempos. Creo que el reto está en que la gente se encuentre con el Señor, y de ese encuentro es de donde nace toda verdadera vocación.

El Papa Francisco no se cansa de invitarnos a que seamos Iglesia en salida, para que, desde el encuentro con las personas, estas se sientan llamadas por el Señor a seguirle, estar con él y ser sus testigos.

En la Jornada de la Vida Consagrada de este Año Jubilar 2025 se nos invita a los consagrados a ser peregrinos y sembradores de esperanza. Esa creo que debe ser la propuesta: ponernos a caminar con otros para ser testigos de la nueva vida que nos ofrece el Señor. 

En Madrid, el Cardenal D. José Cobo nos invita a lo mismo, cuando en la carta pastoral de este curso nos anima a tomar conciencia de nuestra condición de “bautizados para ser peregrinos de esperanza”.

P: Estamos insertos en un proceso sinodal que involucra a la Iglesia y a las comunidades cristianas, laicas y religiosas. ¿Cómo se logra desde la vida consagrada ofrecer un mensaje diferente y atractivo a las nuevas generaciones?

La mejor manera de ofrecer el mensaje evangélico es siempre mediante el testimonio de una vida coherente con la fe que profesamos y anunciamos.

El mensaje de Jesús era atrayente porque no había diferencia entre sus palabras y su vida. Así ha sido también en la vida de los santos. El Sínodo de la Sinodalidad ha invitado a todos los miembros de la Iglesia a ponernos en camino y a caminar juntos. No vale ni el quedarse quietos ni el andar solos.

Esa es la llamada que nos hace también a los consagrados y consagradas: ponernos a caminar juntos con los demás miembros del pueblo santo de Dios y salir al encuentro con las mujeres y hombres de nuestro tiempo para ser con ellos y entre ellos testigos de la esperanza.

La cercanía a los que sufren siempre es un buen camino para dar testimonio del evangelio. Las personas de nuestro tiempo pueden estar cansadas de grandes discursos, pero siempre percibirán el testimonio de una vida entregada.

P: Sabemos que la vida consagrada tiene una dimensión comunitaria muy fuerte, pero también exige renuncias personales. ¿Cómo se vive este equilibrio entre entrega, sacrificio y la alegría que promete esta vocación?

R: Cualquier opción en la vida tiene una parte de renuncia, pero eso no es lo importante. Se trata de la parábola del tesoro escondido en el campo (Mt 13, 44): al que lo encuentra no le importa renunciar a todo lo que tiene para comprar el campo y poseer el tesoro que hay en él.

Cuando uno da algo de lo suyo, experimenta que recibe mucho más. Esto vale también para la vida consagrada y lo he visto en la vida de muchas hermanas y hermanos.

Celebración de la Eucaristía por la Jornada Mundial de la Vida Consagrada en la Catedral de Ntra Sra. de la Almudena, en Archidiócesis de Madrid. Foto: Archidiócesis de Madrid.

P: Por último, para quienes leen esta entrevista y sienten inquietud o curiosidad por la vida consagrada, ¿qué les recomendaría como primer paso para profundizar en este llamado o simplemente conocer más sobre esta opción de vida?

R: Que entren en contacto con personas consagradas concretas. Creo que es el mejor modo de conocer esta opción de vida.

 

Por Guadalupe Mejorado

La entrevista al P. Aurelio Cayón Díaz ha sido previamente publicada en nuestra revista “A Hombros de Trabajadores”, N.º 16. Noviembre 2024, en papel y pdf digital. Foto del Padre Cayón cedida por la Archidióceis de Madrid.