Antonio Jiménez Bracero, ganador del Certamen Literario ABUNDIO GARCÍA ROMÁN

Antonio Jiménez Bracero fue el ganador del Certamen Literario ABUNDIO GARCÍA ROMÁN que se convocó el pasado mes de noviembre de 2022 con motivo del 75 aniversario de Hermandades del Trabajo.

El pasado día 7 de marzo de 2023 tuvo lugar la entrega de premios a los participantes en el Certamen Literario, a la vez que se hacía público el nombre del ganador, en un acto celebrado en nuestra sede de la calle Raimundo Lulio, con presencia de los participantes, miembros del jurado y el Presidente Diocesano.

Antonio Jiménez Bracero, ganador del Certamen Abundio García Román, y José David Belén, presidente diocesano de HHT Madrid. Foto HHT Madrid.

Fueron 9 los cuentos presentados, todos ellos muy interesantes y de gran calidad. El tema elegido fue “La Navidad”. Desde aquí queremos felicitar a todos los participantes y animarles a seguir escribiendo. El Presidente Diocesano, José David Belén, les hizo entrega de un diploma acreditativo de su participación.

El primer premio recayó en D. ANTONIO JIMÉNEZ BRACERO, con el cuento titulado MI REGALO DE NAVIDAD. El relato fue leído en dicho acto por un miembro del jurado y colaboradora del Aula Cultural, Mª LUISA TURELL GUILLEUMAS.

Al galardonado se le hizo entrega, junto con el diploma, del premio consistente en “Un fin de semana para dos personas en nuestros apartamentos de Cambrils”.

Nuestra más sincera felicitación a todos ellos.

Participantes en el Certamen Literario Abundio García Román. Foto HHT Madrid

Aquí puedes leer el Cuento ganador de este Certamen Literario Abundio García Román

“MI REGALO DE NAVIDAD

De Antonio Jiménez Bracero

Obra Ganadora del Certamen Literario Abundio García Román (Navidad 2022)

He encontrado a un nuevo amigo. Llegó a mi vida de la forma más sorprendente que nunca hubiera podido imaginar.

Fue tras una noche de fría e intensa nevada, un día antes de Navidad, cuando por primera vez en varios años, encontré en la terraza de mi casa una importante cantidad de nieve, blanca e inmaculada, suficiente para hacer un muñeco sin necesidad de salir al jardín comunitario.

¡Era extraordinario! ¡Había que aprovechar semejante oportunidad y me puse inmediatamente a la tarea!

Tal empeño y dedicación puse en mi labor que, una vez finalizada mi obra, me pareció que había cincelado la mejor escultura del mundo: su nariz. de madera, su sombrero de coloridas pinzas de colgar la ropa y especialmente, sus dos ojitos, consistentes en relucientes monedas de céntimo, otorgaban a mi escultura una sutil y original elegancia.

Ante la imperiosa necesidad de inmortalizarlo, me apresuré a tomarle alguna foto que me sirviera en el futuro como constancia de mi inusitada habilidad artística navideña.

Era consciente de lo efímero de su existencia, sin embargo, yo estaba feliz, porque era una gran creación en la que había dedicado harto afecto y cariño y estaba dispuesto a cuidarla hasta que los venideros rayos de sol la elevaran a mejor vida

¡Me fascinaba contemplarlo! Sus apenas cincuenta centímetros de gélida materia, transmitían, no obstante, una inembargable sensación de calidez que nunca antes yo había experimentado.

Me encontraba absorto, contemplando mi obra, cuando de pronto,

Manuel – así había decidido yo llamar a mi pequeña escultura- ¡Comenzó a hablarme!

– No puede ser, me dije en voz alta, es imposible, es un ser inanimado.

– No lo creas -dijo- en este mundo no hay nada inanimado, todo tiene un soplo divino, un ritmo de vida, y lo único necesario para percibirlo es tener la sensibilidad adecuada para darse cuenta de ello, por eso tu eres un ser privilegiado.

– ¡Pero Manuel, eres un muñeco, yo debo estar perdiendo el juicio!

– No te alarmes, sí, soy un muñeco, pero tengo vida propia, y gracias al afecto y al amor que has empleado en mi creación, tendré la existencia más feliz que ningún otro muñeco de nieve podrá disfrutar:

– ¡imagínate! vivo en tu casa, tengo nombre propio y hasta me has inmortalizado con algunas fotos para tu álbum de Navidad.

– ¿Acaso debo estar triste por lo efímero de mi existencia?, No, no, de ninguna manera. Puede que mi vida material sea breve y temporal, pero habrá sido intensa y feliz.

– Por eso no deseo que te entristezcas cuando la calidez del sol me transforme en otro ser. Mi esencia nunca morirá, todo lo contrario, se ha enriquecido y expandido gracias al amor del que he sido objeto.

– Quizá en otro lejano invierno de Navidad necesite volver a visitarte en forma de finos copos. Si ello fuera así, recuerda que será para devolverte parte del inmenso amor que un día me llevé de ti, y del que entonces puede que estés necesitado.

– ¡Manuel, vaya charla que me acabas de propinar! No sé si voy a ser capaz de asimilar tanta sabiduría, pero lo que si te prometo es que te voy a cuidar para que estés conmigo el mayor tiempo posible.

– Me emociona verte en pie cada mañana mirando desde la terraza con tus ojitos cobrizos, intentado localizarme al fondo del salón, de donde, después de mis tareas domésticas, estoy deseando volver a salir, para contemplar tu elegante figura.

– ¡Gracias por ser mi amigo!
– ¡Eres mi mejor regalo de Navidad!

Sorprendentemente, mi amigo Manuel, sobrevivió toda la semana de Navidad, a pesar de que nunca volvió a nevar, habían subido las temperaturas, se había derretido ya toda la nieve del jardín, e incluso los rayos del mortecino sol de las tardes de invierno continuaban acariciando su blanca figura. ¡Así era su afán de vivir!

Poco a poco su tamaño se fue reduciendo, primero se desprendió de su colorido sombrero, después de su nariz de madera, y finalmente, una tarde al regresar de mis obligaciones fuera de casa, sólo pude encontrar en el piso sus dos ojitos de doradas monedas de un céntimo, monedas que hasta el día de hoy conservo, como un valioso tesoro y un preciado talismán.

FIN”