Con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado y del Jubileo de los Migrantes, este 5 de octubre, conversamos con D. Rufino García Antón, Delegado Episcopal de Pastoral de la Movilidad Humana de la Archidiócesis de Madrid.
En un mundo que, a menudo, en los espacios políticos les utiliza para sembrar la incertidumbre y no pocas veces el miedo al diferente, el Papa León XIV considera a los migrantes y refugiados “misioneros de la esperanza”.
Hermandades del Trabajo, desde el CSB Escuela de Español, SOS Refugiados y su Área de Acogida, entre otros Programas, y desde su vocación pastoral y social, intenta ayudarles en su integración en la sociedad española. Se ha firmado, además, un convenio con la Delegación para la Movilidad Humana de la Archidiócesis para recibir a migrantes en el CSB Escuela de Español.
En esta entrevista con D. Rufino buscamos profundizar en el mensaje de la Jornada Mundial y en el valor de las personas migrantes y refugiadas en la vida de la Iglesia y la sociedad.
Pregunta: Rufino, el lema de este año es “Migrantes, misioneros de la esperanza”. ¿Qué significa realmente considerar a los migrantes no solo como necesitados de ayuda, sino como portadores de un don para la Iglesia y la sociedad?
Respuesta: El Papa León XIV, en su mensaje con motivo de la Jornada, lo dice muy claramente: “En un mundo oscurecido por guerras e injusticias, incluso allí donde todo parece perdido, los migrantes y refugiados se erigen como mensajeros de esperanza”. Significa que los migrantes no son solo ni principalmente destinatarios de nuestra ayuda social y de la acción evangelizadora de la Iglesia, sino que deben ser protagonistas en los procesos de participación en la sociedad y en la Iglesia. No se trata, por tanto, de hacer cosas para los migrantes, sino con los migrantes. Si llevamos a la práctica este criterio de actuación, experimentaremos que, efectivamente, las personas migrantes son un don para la Iglesia y para la sociedad.

P. La Iglesia nos habla de “romper muros y tender puentes”. ¿Cuáles son hoy los muros que encuentran los migrantes en Madrid?
R. Hay muros exteriores y muros interiores. Los muros exteriores son aquellos que tienen que ver con las enormes dificultades legislativas y burocráticas para acceder a la regularización, la práctica imposibilidad de acceder a una vivienda digna, las barreras idiomáticas, la explotación laboral, la integración en una ciudad enorme y compleja y a la vez acogedora, …
Los muros interiores son aquellos que tienen que ver con los miedos y los prejuicios ante lo diferente y los diferentes, las actitudes de rechazo xenófobo alimentadas por los bulos y las falsas noticias, el desconocimiento y la falta de información contrastada, … Nos perdemos mucho como sociedad madrileña cuando no estamos abiertos al encuentro enriquecedor y ganamos mucho cuando avanzamos en la acogida y en la hospitalidad.
Por decirlo con las palabras del Papa Francisco en su primer viaje fuera del Vaticano a la isla de Lampedusa: “Frente a la globalización de la indiferencia, la globalización de la solidaridad”.
P. Muchos migrantes llegan con una fe viva, incluso heroica. ¿Cómo están revitalizando nuestras parroquias y comunidades?
R. En marzo, el Equipo de la Delegación de Migraciones organizó un Encuentro de Buenas Prácticas precisamente para compartir realidades concretas en las que se puso de manifiesto cómo los migrantes están revitalizando nuestras parroquias y comunidades en diferentes aspectos: en las capellanías de habla no hispana, en la pastoral con migrantes de habla hispana, en el proyecto de acogidas de emergencia a inmigrantes y refugiados, en la comunidad Oasis y en bastantes parroquias en las que, más allá del dato cuantitativo que refleja que son ya más los migrantes o hijos de migrantes nacidos en España que acceden a los sacramentos de la iniciación cristiana y participan en las celebraciones litúrgicas que los propios nativos, está la realidad cualitativa de su implicación en la vida comunitaria y parroquial a todos los niveles.
Hablamos ya de un presente enriquecedor y de un futuro que lo será más. Nos interesa mucho en el Equipo de la Delegación seguir compartiendo y dando a conocer esas buenas prácticas, porque son verdaderamente estimulantes.

P. La Iglesia siempre se ha definido como “peregrina”. ¿Qué aprenden los cristianos al verse reflejados en la experiencia de itinerancia de los migrantes y cómo reconocerlos como hermanos que enriquecen nuestra fe?
R. De hecho, la fe de las tres religiones monoteístas hunde sus raíces en la fe de “un arameo errante” (Dt 26,5). Aprendemos mucho de la experiencia de itinerancia de nuestros hermanos migrantes: primero, porque nos ayudan a tener memoria y a recordarnos que también nosotros hemos sido y somos migrantes; en segundo lugar, porque nos ayudan a vivir con mucha autenticidad el lema del Jubileo (“Peregrinos de Esperanza”); y, también, porque, al encontrarnos y compartir nuestras experiencias humanas y religiosas, estamos viviendo la universalidad y la catolicidad de la fe en lo concreto de nuestra vida cotidiana. Nos ayudan a vivir la sinodalidad y la fraternidad.
P. Los migrantes, por su parte, ¿qué elementos deben integrar de la sociedad española en este proceso de incorporación a la misma?
R. El proceso de integración es mutuo y es un camino de ida y vuelta que se va produciendo al compás de la vida cotidiana. El mestizaje, entendido como proceso, es el que nos va dando las claves para una integración fecunda e integradora. No se trata tanto, creo, de que yo deje unas cosas y tú dejes otras. Se trata de una actitud de encuentro lo más natural y espontáneo posible, a partir del cual nos vayamos enriqueciendo mutuamente. Dicho esto, es evidente que el aprendizaje del idioma es fundamental. También el conocimiento de nuestra cultura y de nuestras costumbres, tan diversas, por otra parte, en unos lugares y otros de España. España es un país muy plural en muchas cosas y esa pluralidad se ve enriquecida por la aportación de las personas migrantes.
P. ¿Cree que la acogida de migrantes es hoy una de las mejores maneras de vivir el Evangelio?
R. Sin duda. La acogida y la hospitalidad están en el ADN del Evangelio y son una señal de identidad fundamental para los cristianos. Basta con citar dos textos del Nuevo Testamento: ”Fui forastero y me hospedasteis” (Mt 25,35) y otro de la Carta a los Hebreos: “Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles” (Heb 13,2). Creo que es una actitud necesaria que se puede concretar de diferentes formas, para vivir el Evangelio. Si no acogemos al diferente, si rechazamos al migrante, si nos dejamos guiar por los miedos y los prejuicios, si hacemos caso de los bulos, estamos fallando en lo esencial del Evangelio que es el mandamiento del amor, concretado en este caso en la acogida y en la hospitalidad.
P. El Papa habla de la missio migrantium. ¿Qué papel pueden tener los migrantes en el diálogo interreligioso y la construcción de paz?
R. Efectivamente, el Papa afirma en su mensaje que “los migrantes y refugiados católicos pueden convertirse hoy en misioneros de esperanza en los países que los acogen”. La misión de los migrantes puede jugar un papel importante en el diálogo interreligioso, porque nos ayudan a caer en la cuenta de cómo las diferentes experiencias religiosas son facilitadoras del descubrimiento de Dios que nos acompaña en el camino de la vida, y en el de la construcción de paz, porque nos ayudan a descubrir que el cultivo de “la amistad social”, de la que tanto hablaba el Papa Francisco, es un verdadero camino de paz.
La acogida y la hospitalidad están en el ADN del Evangelio y son una señal de identidad fundamental para los cristianos. Basta con citar dos textos del Nuevo Testamento: ”Fui forastero y me hospedasteis” (Mt 25,35) y otro de la Carta a los Hebreos: “Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles” (Heb 13,2).
P. ¿Puede compartir un encuentro personal con un migrante o refugiado que le haya marcado especialmente?
R. Conocí a Y.B., un camerunés de 27 años, hace ya seis años. Lleva en España casi ocho años y, como tantos otros jóvenes, en este caso adolescente, salió de su país con 13 años con el sueño de encontrar un futuro mejor y poder apoyar desde aquí a su familia. ¡Su periplo migratorio estuvo plagado de dificultades: cruzó varios países (Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos) en un trayecto que duro casi siete años! Y entró en Ceuta saltando la valla hasta que, finalmente, llegó a Madrid después de haber estado año y medio en varias provincias de Andalucía.
Nos conocimos a través de un sacerdote, amigo común, a quien conoció a su vez poco tiempo después de haber entrado en España. A lo largo de este tiempo, nos hemos encontrado y nos hemos acompañado mutuamente. Es cierto que otras personas y yo le hemos ayudado y le seguimos ayudando en algunas cuestiones prácticas y concretas, pero lo más importante de todo es que en ese encuentro y en ese acompañamiento se ha fraguado una amistad mutuamente enriquecedora.
Él es una persona sumamente bondadosa y cariñosa que no deja de interesarse por mi salud, por mi familia, por mis cosas, etc. como yo hago también por las suyas y es habitual que, al concluir sus mensajes, termine con la expresión “te quiero, padre”.
Por Guadalupe Mejorado
La entrevista D. Rufino García Antón ha sido previamente publicada en nuestra revista “A Hombros de Trabajadores”, N.º 23, octubre 2025, en papel y pdf digital.