Os invito, para la Cuaresma de 2021, la vivencia de las virtudes teologales. Quisiera ofreceros una reflexión y unas pistas para crecer en cada una de estas virtudes teologales durante esta Cuaresma.
1.-La conversión que pone la fe en Dios.
El primer paso en esta Cuaresma es poner nuestra confianza solo en Dios. Para ello se nos invita a proclamar, como los guardias del templo acerca de Jesús:” Jamás ha hablado nadie como ese hombre” (Jn 7,46). ¿Y de qué habla fundamentalmente Jesús? Habló de su vivencia del amor de Dios, de su confianza absoluta en el Padre y de la cercanía del Reino de Dios.
En este tiempo de pandemia donde andamos desconcertados, temerosos y sin saber a qué o a quién acudir, se nos propone mirar y escuchar a Jesucristo, la Palabra de Dios encarnada, al Dios con rostro humano. Tenemos que pedirle al Señor Jesús que sepamos escucharlo en medio del ruido y la sobresaturación de información sobre la catástrofe del coronavirus.
Frente a la manipulación y la tergiversación de la información y la extensión de la posverdad en este periodo de crisis mundial, necesitamos conocer en profundidad lo que Dios quiere ahora de nosotros y de cara al futuro.
De manera gráfica el papa Francisco, en la encíclica Lumen Fidei, nos anima a creer y a escuchar a Dios a través de Jesús:” Tenemos necesidad de alguien que sea fiable y experto en las cosas de Dios. Jesús, su Hijo, se presenta como aquel que nos explica a Dios” (LF 19).
¿Dónde Jesús nos explica a Dios? ¿Dónde Jesús nos habla hoy sobre la verdad de Dios y la verdad sobre el hombre y la creación? Jesús esencialmente nos habla sobre Dios en el Evangelio. Ya el poeta Blas de Otero decía de manera expresiva: “No abráis el Evangelio, la verdad está dentro”.
En este tiempo de Cuaresma tenemos la posibilidad de conocer lo que Dios quiere de nosotros en la situación actual a través de la lectura y meditación de los fragmentos del Evangelio que nos ofrece la liturgia cuaresmal.
Se invita a leer, meditar, interiorizar y orar un rato en silencio cada día los textos cuaresmales del Evangelio y así experimentar como crece en nosotros la confianza y el amor en el Dios de Jesucristo. Ojalá al final de la Cuaresma podamos exclamar llenos de luz y entusiasmo tras meditar y aplicar el Evangelio:” Jamás ha hablado nadie como ese hombre.”
2.-La conversión que se tiñe de esperanza en Dios.
En una lectura de Cuaresma, Dios dice a su pueblo y a nosotros: “Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva” (Is 65,17).
“El primer paso en esta Cuaresma es poner nuestra confianza solo en Dios”
Desgraciadamente el presente y el futuro inmediato está cargado de miedo, preocupación, fracaso, ruina económica y social, tristeza y duelo. También tenemos la esperanza de que la ciencia, como herramienta que Dios ha puesto en nuestras manos, ha conseguido en tiempo récord varias vacunas contra la COVID 19, que hará desaparecer esta pandemia.
No sabemos si brotarán nuevas pandemias de virus, fruto de la explotación y destrucción del ecosistema mundial. Coexisten pandemias que permanecerán tras la del coronavirus: la pandemia de la pobreza, exclusión y hambre. Ante la situación de incertidumbre y de grave crisis económica y social, ¿dónde se encuentra la esperanza? La esperanza que Dios nos brinda es un cielo nuevo y una tierra nueva. ¿Nos lo creemos?
Junto al desastre humano y ecológico debemos ver en la pandemia una oportunidad para dejar que Dios haga crecer su Reino en nuestra vida y, por extensión, en todo el mundo. Permitir que Dios construya en nuestro corazón y en el corazón del mundo su Reino es ir realizando en la actualidad el cielo nuevo y la tierra nueva.
Y ¿Cómo dejar a Dios que entre en nuestra vida y sea su centro y motor? A través de la esperanza que se cultiva en la oración.
El papa Benedicto XVI nos lo recuerda en su encíclica Spe Salvi: “Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración” (33). La oración no es para pedir a Dios que cumplan nuestras pobres expectativas humanas sino para que haga incrementar su esperanza en nosotros convirtiéndonos en sus instrumentos para la construcción de su Reino.
Para llenarnos de esperanza, dediquemos en este tiempo de Cuaresma al menos quince minutos diarios a la oración personal y también a participar de las oraciones y celebraciones comunitarias de nuestra parroquia o comunidad de referencia.
3.- La conversión que se nutre del amor a Dios y lleva a amar al hermano.
Jesucristo es modelo de amor a Dios y de amor al hermano a través de la entrega de su propia vida:” Nadie tiene amor más grande que quien da su vida por sus amigos” (Jn 15,13).
En nuestra sociedad posmoderna individualista el amor se reduce a aquello que reporta un beneficio o todo aquello que nos hace felices a cada uno de nosotros. En contra de esta visión egoísta y reduccionista de amor, el amor de Jesucristo es un amor oblativo de su propia vida para salvar al hombre, para que el amor humano se abra totalmente a Dios y al hermano.
Además, el amor de entrega de Jesús tiene una pretensión universal buscando la dignificación de todos y cada uno de los hombres y la consecución de la fraternidad mundial.
En la encíclica Fratelli Tutti, el papa Francisco nos recuerda que el amor busca el bien del otro y le abre al amor social y a la fraternidad:” El amor al otro por ser quien es nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Solo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta todos” (FT 94).
El amor al hermano supone “reconocer al mismo Cristo en cada hermano abandonado o excluido” (FT 85).
En este tiempo de Cuaresma se nos pide que no busquemos en esta situación dolorosa de pandemia únicamente nuestro propio interés, que no nos encerremos en nosotros mismos y que no nos escondamos detrás de la mascarilla. Teniendo como ejemplo a Jesucristo, acojamos, ayudemos y acompañemos a cada persona que necesite de nosotros, aunque esto suponga la entrega de la propia vida.
En este tiempo de conversión, nuestro amor a Dios se debe traducir en la práctica de las obras de misericordia, sobre todo, las referidas a ayudar a los que sufren por cuestiones económicas o de salud en esta pandemia. También amar al prójimo es ayunar de relaciones sociales para no poner en riesgo nuestra salud y la de los demás.
Ramón Llorente García, viceconsiliario diocesano, publicada en la edición de marzo 2021 del periódico A Hombros de Trabajadores, suplemento informativo del Centro de Madrid del periódico MAS que edita las Hermandades del Trabajo.