Hablamos con D. Alberto Fernández Sánchez, delegado episcopal de las Causas de los Santos de la Archidiócesis de Madrid, para que nos explique por qué los santos y santas siguen siendo importantes en nuestra vida espiritual.
En noviembre celebramos el aniversario del fallecimiento del Siervo de Dios Abundio García Román, Fundador de las Hermandades del Trabajo, que se encuentra en proceso de beatificación. A menudo, en este momento social, es complicado explicar por qué necesitamos santos hoy y cuál es su papel en nuestras vidas.
P: Una primera pregunta: ¿Los santos y santas nacen o se hacen?
R: ¡Ni una cosa ni la otra! Los santos son hechos. A veces tenemos una visión de la santidad muy voluntarista, como si dependiese de nuestros propósitos o esfuerzos. La santidad en cambio es la obra paciente de Dios en la vida del hombre, que se deja modelar con docilidad, como el barro en manos del alfarero.
Abundio se lo decía a los jóvenes en una preciosa homilía: “Suele acobardar el solo pensamiento de la santidad: la santidad comprende muchas virtudes; hay que ser humilde, hay que ser puro, hay que ser mortificado, hay que ser obediente… y así cincuenta y seis virtudes. Son muchas virtudes, y el hombre muy poca cosa para practicarlas. Y luego, las devociones, las prácticas de piedad. Pero, ¿ha de ser la vida espiritual una obra de marquetería de innumerables piezas? No, la vida espiritual no es más que Cristo en nosotros, y Cristo que nos invita a seguirle”.
P: Entonces, ¿cualquier persona puede aspirar a ser santo? ¿Cómo se elige a una persona por su santidad? ¿Cuál es el proceso?
R: Eso es, Dios quiere hacer con cada uno de nosotros una obra maestra única, un camino de santidad por el que nadie nunca fue antes que nosotros. De entre la multitud innumerable de santos que han vivido en plenitud la fe, la esperanza, y la caridad, la Iglesia escoge solo a algunos para proponerlos como modelos e intercesores.
P: Proceso de beatificación y proceso de canonización. ¿Qué diferencias existen entre beato y santo?
R: En realidad el proceso es el mismo, no son dos procesos distintos. La beatificación es, por así decir, un paso previo a la canonización, que propiamente es el final de la Causa. La principal diferencia entre una y otra es que la beatificación permite un culto a nivel local, mientras que la canonización extiende el culto a la Iglesia Universal. El proceso de D. Abundio se encuentra muy avanzado en Roma, esperamos que en los próximos meses los Consultores Teólogos del Dicasterio emitan su voto para la Causa, después de un minucioso estudio.
El proceso de D. Abundio se encuentra muy avanzado en Roma, esperamos que en los próximos meses los Consultores Teólogos del Dicasterio emitan su voto para la Causa.
P: ¿Qué papel desempeñan los santos en la vida espiritual de los fieles?
R: Los santos son para nosotros modelos e intercesores. Sabemos que necesitamos testigos creíbles y convincentes del Evangelio; la fe no es una ideología más o menos abstracta, sino una vida real, que se desarrolla en las circunstancias concretas que vive el santo, y en la que se hacen carne y vida el nuevo mandamiento de Jesús, el amor a Dios y el amor a los hermanos. Los santos son modelos porque dan testimonio con su vida de que el hombre puede recibir la plenitud que Dios quiere darle. Al mismo tiempo, son intercesores. Para poder declarar a un Siervo de Dios beato, la Iglesia pide que pueda demostrarse un milagro atribuido a la intercesión de ese Siervo de Dios. De este modo, tenemos la certeza de que está en presencia de Dios, intercediendo por nosotros. Las personas que tienen la convicción personal de que D. Abundio ha vivido como un santo, y que está disfrutando ya de la vida del cielo, se encomiendan a su intercesión pidiéndole ayuda, favores y gracias, tanto en las circunstancias pequeñas del día a día como en momentos de grave dificultad.
P: La Fundación Abundio García Román nos pide que las personas que oran a D. Abundio y reciben favores, los comuniquen, porque son muy importantes en el proceso. Pero, ¿Cuál es el criterio de “favor”? ¿No cree que a menudo pensamos más en milagros y no trasladamos esas pequeñas cosas que también podrían ser consideradas?
R: Efectivamente, no solo tiene que demostrarse para el proceso lo que se considera un milagro, que es una intervención soberana de Dios, inexplicable para nosotros, en momentos como acabo de decir de grave dificultad. Puesto que la canonización es un bien para toda la Iglesia, hay que discernir si el Siervo de Dios es considerado verdaderamente modelo e intercesor, por una parte, significativa del pueblo fiel. Por eso es importante comunicar también los pequeños favores y gracias que hemos recibido por intercesión de D. Abundio, porque para el proceso, lo que no está comunicado, por así decir, es como si no existiera.
P: ¿Cómo verifica la Iglesia la autenticidad de los milagros?
R: Cuando hay una posible curación extraordinaria, comienza un minucioso proceso que determina, por un lado, la inexplicabilidad científica de la supuesta curación, y por otro, que pueda atribuirse a la intercesión del Siervo de Dios. En este proceso intervienen varios especialistas médicos (creyentes o no), que dan su parecer médico sobre el diagnóstico, el pronóstico, la terapia utilizada y su adecuación al estado actual del sanado, así como sobre las características de la curación, que debe ser completa, duradera, e inexplicable científicamente con los conocimientos de los que se dispone en la actualidad.
P: ¿Los santos reflejan la diversidad cultural y regional del mundo?
R: No solo del mundo, sino también la diversidad de carismas en la Iglesia. Para cada uno de nosotros Dios tiene una historia única e irrepetible. Somos hijos de Dios, y los padres bien saben que cada hijo es absolutamente único. El papa Francisco lo resume muy bien en su exhortación Gaudete et Exsultate 11: “‘Cada uno por su camino’, dice el Concilio. Entonces, no se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables. Hay testimonios que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros. Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él (cf. 1 Co 12, 7), y no que se desgaste intentando imitar algo que no ha sido pensado para él”.
P: Muchas personas piensan que la figura de los santos y santas no tienen sentido hoy. ¿Qué les respondería?
R: Simplemente, que basta con abrir los ojos y dejar a un lado nuestros prejuicios. En mi misión como Delegado de las Causas de los Santos he podido comprobar, muchas veces para mi sorpresa, cómo la vida de los santos toca la vida de tantas personas, invitándolas con su testimonio a seguir más de cerca y a amar más intensamente al Señor.
P: ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para andar el camino de la santidad, aunque nunca subamos a los altares?
R: Vuelvo a dar aquí la palabra a D. Abundio, continuando la homilía que he citado al comienzo de esta entrevista: “No, la vida espiritual no es más que Cristo en nosotros, y Cristo que nos invita a seguirle, diciéndonos lo que San Wenceslao decía a su paje, que se quejaba de no poder seguirle por la nieve: ‘Pon tus pies en las huellas de los míos’. No, ahora no hay ya cincuenta cosas que hacer, ni cinco, ni siquiera dos; no hay más que: una, llegarse a Jesús”.
El modelo más precioso es María. Su docilidad es el camino para dejar que Dios haga su obra en nosotros. “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38); este es el quicio de la santidad.
Por Guadalupe Mejorado
La entrevista a Alberto Fernández Sánchez ha sido previamente publicada en nuestra revista “A Hombros de Trabajadores”, N.º 13. Noviembre 2024, en papel y pdf digital