El Foro de Laicos es un lugar de encuentro, diálogo y comunión, cauce de representación del apostolado seglar asociado e impulsor de presencia pública del laicado. El Foro actual se ha adecuado a las nuevas situaciones y orientaciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE) adaptándose, también, a los cambios que se vienen dando en la sociedad.
Se constituyó el 14 de marzo de 1992 y estuvieron presentes 35 movimientos y asociaciones, entre ellas las Hermandades del Trabajo. En la actualidad, 47 forman parte de la Institución.
El Foro de Laicos tiene dos grandes actividades anuales de encuentro: la Jornada de Reflexión y la Asamblea General Ordinaria.
Dolores García Pi detenta la presidencia desde 2016, cargo que renovó en 2021. Farmacéutica de profesión, pertenece al Movimiento de los Focolares.
Hablamos con ella para conocer de su mano cuáles son los proyectos y las principales actuaciones que tiene el Foro en este momento.
Dolores, si establecemos el tiempo y los documentos del Vaticano II como el momento “fundacional” del movimiento laical, ¿qué diferencias encuentra que nos afectan a los movimientos y asociaciones de laicos comparados con la actualidad?
El Concilio Vaticano II marca, y sigue marcando, un hito para toda la Iglesia universal. El proceso de renovación que ahí comenzó lo estamos descubriendo todavía y el camino sinodal de estos años constituye, seguramente, el momento más importante tras el Concilio, un paso único de actualización, de relectura y actuación.
El Vaticano II confirmó un movimiento laical que ya llevaba años, e incluso decenios, preparándose para salir a vida pública.
En algún momento, se ha dicho que el laicado es “ese gigante dormido” y los documentos del Concilio empezaron a despertarlo, aunque sea una tarea ardua, que implica un proceso lento y trabajoso. Pero este proceso no implica sólo a los laicos, sino a todo el Pueblo de Dios.
El Concilio Vaticano II subrayó la eclesiología de comunión, destacando la igual dignidad de todos por el Sacramento del Bautismo, así como la llamada universal de todos los miembros de la Iglesia a la santidad.
Esta renovada toma de conciencia es uno de los frutos más importantes del proceso sinodal en curso: todos igualmente responsables unos de otros y todos igualmente sujetos activos de evangelización.
A ello se une el reconocimiento de la unidad en la diversidad de la Iglesia. En una de las aportaciones compartidas en la Asamblea sinodal se dice que la “moneda de la Iglesia no es el dinero, sino la riqueza de los dones, carismas y gracias que Dios derrama en la Iglesia”.
Los movimientos y asociaciones laicales, siendo canales de la Palabra que Dios quiere dar hoy a la humanidad, son parte de esa riqueza de nuestra Iglesia. Esto, que durante un tiempo ha podido ser causa de tensión, ahora se va entendiendo y practicando como expresión del “caminar juntos”.
Dolores, en ocasiones ha afirmado que los laicos vivimos un momento apasionante. ¿Sigue siendo así?
Rotundamente, sí. Creo que es un momento apasionante para todos los miembros del Pueblo de Dios (pastores, vida consagrada, laicos).
Estamos en un tiempo de conversión, de ir más a lo esencial, de mayor corresponsabilidad dentro de las comunidades eclesiales y también de sentirnos enviados a la misión en cualquier espacio de la sociedad en la que nos encontremos.
“Los movimientos y asociaciones laicales son canales de la Palabra que Dios quiere dar hoy a la humanidad”.
¿Cuáles son, en su opinión, las fortalezas y oportunidades con las que cuentan las asociaciones de laicos?
He hablado anteriormente de la eclesiología que subrayó el Vaticano II y que debe fundamentarse en una espiritualidad de comunión.
Este tipo de espiritualidad es la que estamos llamados a vivir en nuestras asociaciones y movimientos porque, si hay algo que nos caracteriza, es la fuerte impronta comunitaria, el ser comunidad que se transforma en familia, donde se vive experiencia de fraternidad.
Una de las principales constataciones durante este proceso sinodal en sus distintas etapas es la necesidad de fortalecer la vida comunitaria, siendo constructores activos de ella, como espacio de formación y de crecimiento en la fe. Este punto es una de las más importantes fortalezas de nuestras entidades.
Los movimientos laicales, al ser fruto de un carisma que, a menudo, dirige a una misión concreta, pueden abrir muchas y variadas pistas de evangelización para toda la Iglesia.
A nivel individual, ¿Qué podemos hacer los laicos para hacer realidad ese “Pueblo en Salida” fuerte y avanzado?
Pienso que lo podemos hacer con nuestra mirada y con nuestra acción y testimonio.
Necesitamos transformar nuestra mirada sobre el mundo y sobre los demás para que sea más orante, limpia, de asombro y gratitud, compasiva y misericordiosa, flexible y sin juicio, de proximidad, en definitiva, que sea mirada de Dios. Y nuestra acción y testimonio deben ser para amar y servir el mundo en el que vivimos.
Cada uno conocemos los ámbitos en los que podemos y debemos hacerlo; son muchos: los lugares de trabajo y de ocio, el espacio de la familia, con especial atención a los más jóvenes y a los mayores, nuestros compromisos sociales, asociativos (comunidades de vecinos, sindicatos…) o políticos… Y siempre teniendo una predilección por quienes son más vulnerables o excluidos.
¿Cómo ve el futuro del papel de la mujer en las comunidades y en la Iglesia?
El papel de la mujer en la Iglesia es uno de los temas que, con más insistencia, ha aparecido en las reflexiones del proceso sinodal.
Yo no hablaría de futuro, sino de presente. Estamos subrayando la vocación bautismal, así que se trata de eso, de que nos reconozcamos como hijos e hijas de Dios con igual dignidad. Cada uno tenemos algo que es original y único para ponerlo al servicio de los demás.
“Las mujeres estamos implicadas activamente en muy distintos ámbitos pastorales y sociales”.
Las mujeres tenemos una “mirada” que nos es propia, que nos lleva a afrontar con una sensibilidad especial problemas y situaciones dolorosas. Estamos implicadas activamente en muy distintos ámbitos pastorales y sociales: en la educación, en el campo del cuidado de las personas y del planeta, en los medios de comunicación; contribuimos en la construcción y conexión de nuestras comunidades y en el campo administrativo y de gestión.
Sería justo que esta contribución sea reconocida y apreciada con generosidad.
Sería igualmente deseable que “esta mirada femenina” se tenga también en cuenta en la reflexión teológica y pastoral. Asimismo, es clara la ausencia de la mujer en distintos ámbitos de decisión y gobierno de la Iglesia, donde, sin lugar a dudas, podría dar una muy válida aportación.
Se están dando pasos; son todavía pequeños y es necesario que éstos sean cada vez más concretos y visibles, pensando, particularmente, en las nuevas generaciones.
En todo el proceso sinodal, el Papa Francisco nos ha insistido en que el gran protagonista es el Espíritu Santo, que tenemos que estar en escucha de su Voz, porque Él es “el Señor de las sorpresas”. Si pienso en el papel de la mujer en la Iglesia en el futuro, creo que también tengo que estar en actitud de escucha, abierta a dejarme sorprender por Él.
Por Guadalupe Mejorado.
Publicada en la revista “A Hombros de Trabajadores”, nº2, noviembre 2023 en papel y digital